Los más alevosos y equívocos insultos que aún se oyen en Bogotá, suelen rematarse con una invitación miserable: "no sea indio". El autofágico insulto puede ser proferido muchas veces por alguien de rasgos evidentemente indígenas, por algún muisca de Everfit en trance de blanquearse.
Otras veces lo hacen los que se llaman a sí mismos blancos, gentes que sueñan con un pasado virreinal y que cuelgan a placer antepasados y antepasadas en las ramas secas de un árbol genealógico, que casi siempre ha sido abonado con sus propias miserias.
Cuando una comunidad como la de los paeces se levanta erguida tras más de 500 años de soledad y de expolio y se enfrenta a las fuerzas armadas, a los robocops, a los miembros del Esmad, del Ejercito Nacional y la Policía, valdría la pena decirle a cada colombiano: "sea indio". Cuando las víctimas no olvidan, por ejemplo, la matanza del Naya, la memoria y persecución de Manuel Quintín Lame Chantre por los gamonales del Cauca y por uno que otro poeta parnasiano trepado en un camello surreal; cuando se siguen enfrentando a las vejaciones feudales de los terratenientes y a los aires rentistas, estaría bien decirle al periodista amordazado por sí mismo: "sea indio".
Cuando los soldados afinan la puntería, oyen los pases hipnóticos de no se sabe cuál patria, obedientes a órdenes superiores de seres muy inferiores, habría que decirles que se nieguen a disparar, que sean indios. Cuando el presidente de la República le exige a los indígenas caucanos que pidan perdón a la policía, ¿no habrá quién le diga que le dé vacaciones a su autocracia y sea indio?
Cuando el Estado necesita tanto despliegue militar para desbandar las mingas de los legítimos territorios paeces, dan ganas de ser indio, aunque sea en un grado "honoris Cauca".
Ahora, si no quiere ser indio, si no quiere acompañar su justa protesta para estar al lado de las víctimas de un secular expolio, también puede ser negro, como los corteros de caña, que además de pobres son esclavos. La verdad, frente al generalizado aturdimiento intelectual de buena parte del pueblo colombiano, ellos viven dando a cada tanto, tras el permanente exterminio de muchos de sus líderes, una lección de dignidad.
Otras veces lo hacen los que se llaman a sí mismos blancos, gentes que sueñan con un pasado virreinal y que cuelgan a placer antepasados y antepasadas en las ramas secas de un árbol genealógico, que casi siempre ha sido abonado con sus propias miserias.
Cuando una comunidad como la de los paeces se levanta erguida tras más de 500 años de soledad y de expolio y se enfrenta a las fuerzas armadas, a los robocops, a los miembros del Esmad, del Ejercito Nacional y la Policía, valdría la pena decirle a cada colombiano: "sea indio". Cuando las víctimas no olvidan, por ejemplo, la matanza del Naya, la memoria y persecución de Manuel Quintín Lame Chantre por los gamonales del Cauca y por uno que otro poeta parnasiano trepado en un camello surreal; cuando se siguen enfrentando a las vejaciones feudales de los terratenientes y a los aires rentistas, estaría bien decirle al periodista amordazado por sí mismo: "sea indio".
Cuando los soldados afinan la puntería, oyen los pases hipnóticos de no se sabe cuál patria, obedientes a órdenes superiores de seres muy inferiores, habría que decirles que se nieguen a disparar, que sean indios. Cuando el presidente de la República le exige a los indígenas caucanos que pidan perdón a la policía, ¿no habrá quién le diga que le dé vacaciones a su autocracia y sea indio?
Cuando el Estado necesita tanto despliegue militar para desbandar las mingas de los legítimos territorios paeces, dan ganas de ser indio, aunque sea en un grado "honoris Cauca".
Ahora, si no quiere ser indio, si no quiere acompañar su justa protesta para estar al lado de las víctimas de un secular expolio, también puede ser negro, como los corteros de caña, que además de pobres son esclavos. La verdad, frente al generalizado aturdimiento intelectual de buena parte del pueblo colombiano, ellos viven dando a cada tanto, tras el permanente exterminio de muchos de sus líderes, una lección de dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La palabra libre y con vida!
Te queremos escuchar.